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ARTÍCULOS

Franco santo
P. Manuel Martínez Cano, mCR 

Franco fue santo. Indiscutiblemente. Escribo en terminología paulina. La canonización de los santos es un atributo exclusivo del sumo pontífice. Francisco Franco Bahamonde fue un niño muy piadoso, un joven fervoroso -a los 18 años era adorador nocturno-, esposo fidelísimo, padre tierno y alegre, abuelo encantador y cariñoso, militar heroico, (la espada más limpia de Europa, como dijo Pétain). Fue un jefe de Estado católico, apostólico y romano. Las leyes promulgadas durante los cuarenta años de su caudillaje fueron siempre católicas, derivadas muchas del magisterio político y social de la Iglesia. Hoy las democracias actuales son antinaturales y anticatólicas. Franco, en su tiempo secundó siempre criterios y deseos de la Iglesia, actitud laudable en un católico. Cuando algunos tratan de descalificar a Franco por esos criterios, a quien descalifican es a la Iglesia misma. (Monseñor Guerra Campos).

He leído y oído muchas y gravísimas calumnias contra Franco en plumas y labios de impíos y también píos. Para mí, la última explicación razonable de esas condenas es de orden preternatural, luciferina. Satanás es el padre de la mentira. Y sus hijos mienten y calumnian de día y de noche. El Generalísimo ha sido el Jefe de Estado más alabado y honrado por la jerarquía de la Iglesia Católica -en vida y después de muerto- en todo el siglo XX y en siglos anteriores. Atacar a Franco y a su régimen político es atacar a la Iglesia y su doctrina social y política. Las manifestaciones elogiosas sobre Franco, en vida y después de su muerte, durante decenios por los Papas y los Obispos son tales- por su contenido, su unanimidad y su persistencia que difícilmente se hallará nada comparable en relación con ninguna otra persona en los últimos siglos (Monseñor Guerra Campos).

Desde su infancia hasta su muerte, Franco fue un extraordinario militante de la Iglesia Católica. Nadie como él defendió los derechos de Dios y de la Iglesia de Cristo. Su historia y sus obras no la podrán tergiversar y cambiar todos los enemigos juntos de Cristo y de la España Católica, fidelísima hija del Papa, tierra de María Santísima. El testamento del Generalísimo es el testimonio impresionante de un hombre santo: Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. AMEN.
 

El Cardenal Arzobispo Primado de España, Marcelo González Martín, durante las exequias de Franco en 1975, dijo: Brille la luz del agradecimiento por el inmenso legado de realidades positivas que nos deja este hombre excepcional. Con gratitud que le debemos todos: la sociedad civil (casi pleno empleo contra los cinco millones de parados en democracia) y la Iglesia (treinta mil millones de pesetas en 1973 para levantar Iglesias, seminarios, emisoras de radio etc.). Todo cuanto mañana pueda ser perfeccionado encontrará sus raíces de su desarrollo en lo que se ha estado haciendo ayer y hoy en medio de tantas dificultades.
 

Todos los obispos españoles alaban la ejemplaridad de la vida de Franco, su amor a la Iglesia, la inspiración cristiana de su servicio a España. Así lo publicaron en sus Boletines oficiales de sus diócesis. Y la piedad y nobleza de las sencillas gentes de España, canonizó popularmente a Franco, como más tarde canonizó al Beato Juan Pablo II. El desfile de la inmensa muchedumbre ante el cadáver de Franco fue la canonización popular de Franco. Uno tras otro, españoles de todas las clases sociales, sobre todo humildes trabajadores y jóvenes aguardaron a la intemperie largas colas, a veces hasta diez horas, pasaron rosarios y estampas sobre el ataúd y lo besaron. Cuando a las 48 horas el desfile, incesante, hubo de ser interrumpido, había pasado medio millón de personas y eran innumerables las que esperaban (Monseñor Guerra Campos).
 

En 1975 muchos obispos apelaron a la intercesión celeste de Franco, lo mismo numerosos visitantes de su tumba. Entre estos, muchos sintieron revivida su fe adormecida. Los monjes del Valle de los Caídos atestiguan el hecho de abundantes conversiones. En 1988 el P. Garrido escribe: Su tumba sigue siendo venerada con gran fervor por grandes multitudes… he sido testigo de cómo su sepulcro es meta de continuas visitas y de oraciones fervorosas, incluso de gratitud por favores recibidos gracias a su intercesión.

Las manifestaciones laudatorias a Franco de Papas, Cardenales y Obispos  antes y después de su muerte; el grito clamoroso silencioso del pueblo español ante su cadáver, reclaman el inicio del proceso de beatificación y canonización del último Jefe de Estado católico, apostólico y romano.

P. Manuel Martínez Cano, mCR 

¿DEBERÍA IR FRANCO A LOS ALTARES?
Adelante la Fe.com 20/11/2018
Luis Segura

Va resultando cada vez más evidente que la dictadura perfecta es la que se viste de democracia. La democracia, tal y como ha sido modelada en nuestros días, es el sistema de gobierno mediante el cual una camarilla de parásitos procura atormentar al pueblo hasta arrinconarlo y corromperlo por completo. Los gobiernos vigentes, actores del Nuevo Orden Mundial, son el Leviatán, y Satanás se sirve de ellos para preparar la venida de su elegido, su antimesías, el Anticristo; cuyo espíritu, por cierto, ya hostiga a los habitantes de este mundo infecto, borracho de animosidades y envidias.

En España, concretamente, acontece un caso paradigmático de marxismo cultural. Identificado con el progresismo, el marxismo cultural se extiende como una corriente de ideas subversivas que desafían diversos valores tradicionales y verdades sostenidas en el tiempo relativas a la familia, la religión, la sexualidad, la raza, la patria, el arte e incluso la historia.

Al respecto, los actuales herederos naturales del bando sometido en la guerra civil española, cual redivivos de aquellos réprobos instigadores de la sangrienta contienda, llevan años anhelando el desquite por medio de leyes despóticas cuya finalidad es imponer un único y falaz relato de la historia. El último y definitivo asalto de los sucesores de Santiago Carrillo y Largo Caballero es el nuevo proyecto de ley de la llamada memoria histórica, la expresión más acabada de su resentimiento convulsivo. Aprobada esta decisiva actualización, los vasallos de esta maravillosa democracia española estaríamos obligados por ley a demonizar los años comprendidos entre la victoria del bando nacional y el advenimiento del aquelarre democrático. De esta manera, argüir por ejemplo que durante el liderazgo de Franco el desempleo era infinitamente menor que en los gobiernos democráticos, sería insensato, pues conllevaría sanciones penales y administrativas. Algo parecido le ocurriría a quien se atreviera a pregonar que el Generalísimo fue un cristiano modélico. Pero lo cierto es que tan ejemplar fue Franco, como admirable la España que consiguió levantar.

Más allá de las diferencias que puedan existir entre las diversas sensibilidades del bando triunfador, el bando nacional, con Francisco Franco a la cabeza, «derrotó a un Frente Popular compuesto de totalitarios y separatistas. Sin ser democrático, salvó elementos más fundamentales que un determinado sistema político: la unidad nacional, la cultura cristiana, la libertad personal y la propiedad privada. Esta es una gran deuda que tenemos los españoles con aquel régimen»[1]. Sin duda, ambos bandos cometieron atrocidades, en los dos hubo hombres buenos y malos, pero un bando representaba el bien y el otro el mal; en el fondo, aquella guerra fratricida consistió en el choque de «una civilización contra otra»[2]; es decir, la Guerra Civil fue «una verdadera cruzada en pro de la religión católica». De no ser así, el Santo Padre Pío XI no habría bendecido especialmente a los combatientes que habían «asumido la espinosa y difícil tarea de defender los derechos y el honor de Dios y de la Religión»[3]. Y es grave negligencia de los católicos españoles ignorar este hecho.

Grave descuido es también pasar por alto que Francisco Franco fue un hermano de todos ellos, de todos los que nos declaramos católicos. Es por tanto lamentable que algunos españoles, declarándose católicos, antepongan su ideología política a su filiación sobrenatural. Para todos estos católicos modernistas, votantes de partidos izquierdistas en su mayoría, Franco no pudo ser un verdadero cristiano, sino un dictador brutal ajeno al espíritu evangélico. Sin embargo, Franco demostró, a lo largo de su dilatada existencia, ser un cristiano ejemplar.

Es innegable que la religiosidad del Generalísimo es una incógnita para la mayoría de españoles, pero esto no se debe a una ausencia de obras específicas, sino al silenciamiento de las mismas. Pese a todo, poseemos un estudio concluyente acerca de la vida religiosa del Caudillo gracias al hermano Manuel Garrido Bolaño. En este gran trabajo, el más documentado que conozco al respecto, se aportan valiosas informaciones; por el mismo sabemos, por ejemplo, que Franco se inscribió a los dieciocho años como adorador nocturno en su ciudad natal, aunque lo cierto es que toda la obra del Jefe del Estado español estuvo embebida de una piedad pocas veces vista en un hombre de su posición política.

A fin de cuentas, el autor del ensayo, tras una exposición sucinta pero definitiva sobre la religiosidad del Caudillo, repleta de datos y testimonios sorprendentes, concluye:

«He tenido ocasión de leer muchos volúmenes referentes a las Causas de los Santos durante mis repetidas y largas estancias en Roma, y puedo asegurar que jamás me he encontrado con un caudal de testimonios de personas tan cualificadas y tan unánimes en manifestar la ejemplaridad y virtud de los siervos de Dios, como en el caso del Generalísimo Franco. (…) Por mi parte, puedo decir que desde que Franco quedó sepultado en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, siempre he orado por él; mas al recibir tantos testimonios sobre su vida tan virtuosa, en mi piedad privada, me encomiendo a su intercesión como a un gran Siervo de Dios»[4].

Dicho lo cual, no está de más refrescar la memoria a cuantos ignoran o pasan por alto los elocuentes números que cantan el esfuerzo realizado por Franco y su Gobierno. Hoy, estos números deberían sonrojarnos:

«España ha aumentado desde 1940 a 1970 en más de ocho millones de habitantes y la renta por cada español ha aumentado cuatro veces más. La repoblación forestal ha sido enorme, pues en 1940 sólo había 792 hectáreas acumuladas y en 1970 subió a 2.350.000 hectáreas, es decir, 2.960 veces más. Aumentó considerablemente la agricultura, la ganadería, la transformación en regadíos, la industria, la flota mercante, los embalses. Las viviendas construidas eran en 1940, 32.000 y en 1970, 3.121.931 viviendas acumuladas, esto es, unas 98 veces más. El seguro de enfermedad llegaba en 1940 sólo a 311.600 beneficiarios y en 1970 a 25.134.956 beneficiarios, lo que supone un aumento de 81 veces más. La educación aumentó el doble, la producción editorial casi cinco veces más en el mismo período. Aumentó el comercio exterior, tanto en importaciones, como sobre todo en exportaciones. Lo mismo hay que decir del turismo que aumentó más de 290 veces más. El ingreso de divisas fue de 2,5 millones de dólares en 1940 a 1.680,8 millones de dólares en 1970, esto es, más de 672 veces más. Los puestos de trabajo que se crearon entre 1940 a 1970 fueron de 3.837.000. Sólo en unas cosas se disminuyó considerablemente: en el analfabetismo, que en 1940 había el 18,7 por 100 habitantes y en 1970 se redujo al 3 por 100 habitantes, y en la criminalidad, casi reducida a la nada»[5].

Concluyamos declarando que Franco no fue el dictador sanguinario que pretenden algunos, ni la España de Franco tan negra como la pintan. Franco derrotó la revolución anticristiana y conservó católica España durante décadas. Y todos los cristianos deberíamos felicitarnos por ello. Pese a quien pese y duela a quien duela. Y digan lo que digan todas las leyes hipocondríacas, liberticidas y revanchistas.

Luis Segura

El Blog del P. Fortea

No, no puedo callar

Los sacerdotes nunca debemos meternos en cuestiones políticas. Nuestro afán debe estar en el cielo e involucrarnos en banderías humanas lo único que logrará es alejar a las almas de nosotros que debemos ser padres para todos.

 

Hoy, cuando escribo estas líneas, es el aniversario de la muerte de Francisco Franco, el que fue caudillo de España. En mi juventud, nunca tuve la más mínima inclinación hacia un régimen que para mí era el pasado. Pero, con el pasar de los años, fui sabiendo más y más acerca de esa época.

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Iudas Maccabeus, ora pro nobis

Quinto punto: En las memorias de Tarancón, el cardenal menciona que el 2 de octubre de 1975 le recibió Pablo VI. Faltaban dos meses para que muriera. Monseñor Tarancón dice que el papa estaba muy impresionado por una carta que le había enviado Franco (justo antes de caer enfermo) carta que merecería un post en sí misma. Pues bien, Tarancón dice en sus memorias que, en esa audiencia privada, Pablo VI habló con elogio de Franco y que concluyó finalmente: “Franco ha hecho mucho bien a España y le ha proporcionado un desarrollo extraordinario y una época larguísima de paz. Franco merece un final glorioso y un recuerdo lleno de gratitud”.

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Homilía de la Misa del 20-N 2018

El Blog de Juan Pardo

Franco que, en breve, será beatificado hubiese expulsado a Rufián, pero del sistema solar.

Una felicitación de Navidad inigualable e inolvidable

Por Adolfo Coloma Gallegos

La Categoría Moral de Francisco Franco Bahamonde

 

Por D. Jesús Calvo

No se vive la fe católica, aun íntegra, en la misma categoría moral en el nivel de la espiritualidad, ni de la misión que cada católico está llamado a vivirla. De ahí la parábola de los talentos, donde se piden frutos proporcionados a los talentos y circunstancias en que el fiel se desenvuelve.

Por eso la Iglesia en su santoral califica a unos de mártires, de apologetas, doctores, vírgenes o confesores.

Estos últimos, no es que se dedicasen a encerrarse en un confesionario para absolver y dirigir moralmente a los penitentes, sino que llevaron una vida ejemplar, o en grados de virtud heroica, hasta el punto de haber sufrido persecución por confesar su fe, incluso con tormentos, penurias o sufrimientos, aunque no hubiesen llegado al martirio.

En el caso de la vida particular, familiar, misión de trayectoria pública y social del Caudillo Francisco Franco, hay que señalar y reconocer públicamente que correspondió a los planes providenciales de salvar no solo a España de una invasión anticatólica, demoledora de la Santa Tradición y el ser de España, sino de la Catolicidad ante el peligro diabólico del comunismo que iba a atenazar a Europa, empezando por el cono sur europeo, según los satánicos planes de Lenin y con ello, la salpicadura a la cristiandad con la supremacía militar marxista, como se demostró en las patrias del Este, que no lograron librarse de sus botas antihumanas.

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2ª parte: 

...... 9º. – Franco no edificó el Valle de los Caídos para él. Fue su sucesor, Juan Carlos, quien ordenó enterrarle allí, y ahora como “gratitud” a tal privilegio, oculta la defensa del gran Caudillo al que le debe el Trono, y el retorno de los Borbones a la Corona de España.

Juan Carlos le elogió en vida y ahora le olvida y traiciona, como traicionó a su padre, y como perjuró contra los Principios del Movimiento de Julio del 36.

La transición convirtió así el cambio en ruptura con el pasado católica de nuestra Patria.

El diabólico liberalismo atenaza al Estado y a la Monarquía Borbónica, negando los sacrosantos derechos de Dios.

Confieso, sin rubor, haber llorado abundantemente leyendo las elogiosas homilías de nuestros Obispos, a la muerte del Caudillo.

¿Se atreverían ahora a decir lo mismo de la historia e innegables heroísmos martiriales y civiles militares de la epopeya de Franco?

El enemigo de Dios y de las Patrias, no descansa, como nos advirtió Franco, y como el Divino Maestro nos dijo: “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”.

Lo verdadero es eternamente nuevo.

La Catolicidad tiene que tener a Franco en los Altares.

¡Viva Cristo Rey!

*Párroco de Villamuñio, León.

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